La Alquimia.
Renato Iraldi
Cobre de Calis, una onza; Oropimente, azufre nativo, una onza y plomo nativo, una onza; rejalgar descompuesto (sulfuro de arsénico), una onza.Cuézase en aceite de rábano, con plomo, durante tres días. Póngase en una cubeta y colóquese sobre las brazas, hasta que el azufre haya desaparecido, entonces retírese del fuego y se encontrará el producto. De este cobre tómese una parte y tres partes de oro. Fundase a fuego fuerte y se encontrará convertido todo en oro, con la ayuda de Dios.
Si Ud. sigue esta receta, obtendrá una aleación de: 66% de oro y 33% de una mezcla de cobre, plomo y arsénico; Esta aleación parecería, muy cercanamente, al oro puro, en color y resistencia. Desde el momento mismo en que el hombre transformó una piedra en un utensilio, se estableció en él la actitud de expectación ante la materia y la necesidad de comprenderla para poder transformarla en formas más útiles a sus necesidades. Así, los primeros sabios naturalistas, que comenzaron la especulación científica, se centraron en la naturaleza de las cosas y en el estudio del elemento fundamental de la materia. Para Tales de Mileto, todo estaba formado por el agua, para Heráclito el fuego; hasta desarrollarse la teoría de los cuatro elementos. Aristóteles sistematizó su teoría de la materia, según la cual había un elemento persistente, “la materia”, y un elemento que se transforma, “la forma”. Sin embargo la transformación, según esta teoría, no se puede hacer directamente, sino que debe pasar por un proceso de descomposición como sucede con los alimentos, que deben ser digeridos para transformarse en carne. Esta teoría indicaba, así, que podía darse cualquier forma a la materia; no es de extrañar, pues, que surgieran personas empeñadas en la transmutación de la materia y, siendo el oro el mineral más valioso, que los esfuerzos se dirigieran a la transmutación de metales menos costosos en oro. El propósito ostensible del alquimista era el de transformar metales en oro. En nuestro tiempo sabemos que la transmutación de un elemento en otro requiere de cantidades de energía (nuclear) que no estaban a la disposición de nuestros alquimistas. La transmutación, de un elemento en otro, sólo se logra por medio de una reacción nuclear, y no puede lograrse por medio de reacciones químicas; sin embargo, antes de los trabajos de Lavoisier no había ninguna razón teórica que impidiera la transmutación de un elemento en otro.
Al considerar la alquimia debemos volver
atrás en la historia y considerar las concepciones sobre la materia de un hombre
inteligente que ve cambios en la naturaleza y que los asocia a los cambios que
él mismo experimenta.Para entender el lenguaje de la alquimia debemos comprender
la ciencia de su tiempo; los intelectuales adoptaron las teorías sobre la
materia y los cambios químicos que habían sido sostenidas por los sabios del
siglo IV y III a.C., especialmente
por Aristóteles, y por los escritos de los médicos griegos. Las principales doctrinas sobre la
materia estaban centradas en la de: materia forma y espíritu. Debe
interpretarse la “materia” como la parte que no se transforma y como “forma” la
parte que cambia de un material a otro y que le da sus propiedades; así, por
ejemplo: el hierro y el orín eran considerados la misma “materia” en “forma”
diferente.
Aunque en el período más antiguo de la
alquimia Aristóteles no era muy popular como las escuelas estoica y hermética, estas se apoyaban, aún mas
que la Aristotélica, en la teoría
del aliento o espíritu, que era para ellos la raíz y el principio activo de
todas las cosas. Los estoicos concebían todos los cambios en el mundo como
resultado de cambios en la materia; logrados mediante el esfuerzo del primer
fuego, que puso en acción las potencias a manera de simientes de las cosas y fue
causa de su desarrollo de acuerdo con el plan inherente a su naturaleza; el
agente que efectuaba estos cambios era un aliento.
El proceso químico que describe es
probablemente la reacción de un metal con un reactivo y la subsiguiente
restauración a su condición metálica. La alquimia presenta ya sus rasgos
esenciales que perdurarán durante toda la edad media: su secreto, su carácter
simbólico, y la correspondencia entre lo que ocurre en el interior de las
vasijas y lo que ocurre en el mundo a los seres superiores. Este tipo de
lenguaje se utilizaba con el fin de exponer el significado de la operación al
instruido, y ocultar la práctica al ignorante. Los cambios que se producían en
el trabajo de los metales impresionaban a los que lo contemplaban. El metal se
convertía en una masa informe, negra; luego otro proceso lo traía nuevamente al
estado metálico, muchas veces en un estado de mayor excelencia. El proceso era
de hecho un símbolo de lo que entonces se buscaba: misterio, muerte y
resurrección, como
predicaban algunas religiones, entre ellas la cristiana. En esta vida se sucumbe
al pecado y son los fuegos del purgatorio los que limpian el alma para que
remonte, gloriosa, a las dulces praderas de la existencia paradisíaca. Así, el
metal debía morir y descomponerse hasta la más negra corrupción para levantarse
de su apestosa existencia: nuevo, glorioso e incorruptible, como el oro.
Y he aquí una receta para hacer
Asemos:
Aunque estas recetas podrían usarse para fabricar metales con los que se puede estafar al público, las recetas de este papiro no se consideran alquimistas puesto que no hay en ellas ninguna teoría filosófica de transmutación ni hay indicios de revelación de los dioses o tradiciones que remonten hasta los antiguos filósofos. Simplemente nos demuestra que en Egipto existía la tradición del trabajo de los metales, antes de la aparición de los alquimistas, y que esta tradición contribuyó sin duda a la aparición de la alquimia.
Los primeros alquimistas aparecieron, seguramente, en el período de decadencia de la ciencia griega, en Alejandría, quizás por los años 100 o 200 de nuestra era, aunque algunos autores sitúen los escritos de un alquimista que firmaba con el nombre Demócrito en los años 250 a.C. El hecho de que ningún alquimista fue mencionado por sus contemporáneos nos indica el carácter secreto que tenían estos trabajos; en general firmaban sus trabajos con seudónimos, algunas veces usaban nombre de dioses como Isis, Hermes etc. otras con nombre de reyes importantes como Cleopatra; nombres de antiguos filósofos como el caso ya mencionado de Demócrito o incluso Moisés. Sin embargo hay nombres que parecen ser reales como el caso de Komarios, María la Judía etc.. El autor ya citado mas arriba, Zósimo, es posterior a estos autores y escribió una enciclopedia de la alquimia. La práctica de escribir libros firmándolos con nombres ajenos, haciéndolos aparecer mas viejos de lo que eran en realidad, se continuó durante la edad media, es así que aparecieron escritos de alquimia de Raimundo Lulio, Santo Tomás de Aquino, Roger Bacon y otros famosos filósofos; muchas veces el texto falso estaba escrito por un imitador que trataba de copiar su estilo y modo de pensar.
El alquimista no buscaba el progreso de
su arte como lo hacían los sabios de su época, su trabajo consistía en el
redescubrimiento, a través de nuevas interpretaciones, de los antiguos
escritores, a los cuales se le atribuían el conocimiento de secretos que aún no
eran del dominio público.
En aquellos tiempos no se sabía que
existe un solo individuo químico exactamente definido llamado oro, para los
antiguos el oro era un metal brillante, pesado, amarillo, que no se esmirria, y
muy resistente al fuego. Había muchas clases de oros, así como existen muchas
clases de vinos o de quesos. Dos pruebas se hacían para distinguir la calidad
del oro; la primera consistía en frotar el oro con una piedra negra, que
llamaban piedra de toque, y la calidad del oro se juzgaba según la extensión y
el color de la raya que quedaba marcada, la otra era la del fuego; el oro
resiste al fuego sin variar, esta prueba descarta las aleaciones con metales
comunes. Además, se contaba con el delicado sentido de los orfebres, la prueba
mas confiable. Así que para que un
alquimista hiciese oro era necesario o suficiente que el metal se acercara al
oro en color y brillo, que fuera resistente al fuego y que tuviera un alto peso
especifico.
Uno de los mayores éxitos obtenido por
los alquimistas fue el doblado del oro según la receta con que comienza este
artículo. Al fundir el oro con cobre le da un tono rojizo y al fundirlo con la
plata un tono verdoso, al mezclarlo con una aleación de ambos no le cambia el
color, sin embargo, no hay que considerar que los alquimistas se consideraban
falsificadores de oro, ellos creían que fabricaban oro realmente; que el oro
actuaba como semilla y que se nutría para crecer del cobre y la plata. Algunas
de las recetas de los alquimistas aún se usan hoy en día para la fabricación de
oro de 18 o 14 kilates.
.
El primer hallazgo que siguió al
descubrimiento de la destilación fue
la simple condensación del agua de mar en la tapa de la cazuela, proceso
ya descrito por los antiguos sabios griegos; el siguiente paso podemos suponer
que fue la condensación del mercurio
con un frasco como tapadera, frasco que más adelante se le hicieron unos
dobleces en los bordes de la tapadera para recoger el condensado, y, luego, la
adición de un tubo que transporte el condensado. Los alquimistas reportan que
destilaban azufre con estos alambiques, sin embargo es difícil imaginar que con
estos alambiques se pudiera destilar el azufre que conocemos hoy en día, sabemos
que además agregaban huevos durante la condensación. Seguramente pensaban que
podían extraer el “aliento vital” y el color dorado de la yema de los huevos. El
líquido destilado se recolectaba en tres fracciones; la primera era un destilado
claro que llamaban agua de lluvia, después un liquido dorado pálido llamado
aceite de rábano y luego un líquido oscuro verde amarillo llamado aceite de
ricino. Si realmente destilamos huevos obtendremos primero un liquido
trasparente débilmente alcalino, luego un destilado amarillo dorado, algo
aceitoso que contiene sulfuro de amonio, amoníaco y bases piridínicas y por
último un liquido espeso amarillento muy oscuro que contiene bases piridínicas y
productos breosos, lo que corresponde muy de cerca de las descripciones de los
alquimistas. Estos líquidos podían
atacar y colorear algunos metales. Pero no sólo huevos destilaban los
alquimistas; llegaron a destilar todo tipo de productos animales y vegetales,
siempre con el objetivo de encontrar líquidos que pudieran conferirle
propiedades nuevas a los metales. Los alquimistas mencionan unos ochenta
aparatos diferentes. Hornos, lámparas, baños de estiércol, crisoles etc.
La importancia del trabajo del
alquimista, al lograr los maravillosos fenómenos de los cambios químicos
asimilándolos a los sucesos de la naturaleza, así como la importancia asignada a
estas aguas obtenidas por destilación, se encuentra en uno de los primeros
escritos que la alquimia nos ha dejado, en un pasaje de El diálogo de Cleopatra y los
Filósofos leemos:
Los alquimistas, desde los primeros
tiempos, acostumbraban a asociar símbolos a los metales y conectaban los metales
con los planetas, así muchos metales tenían por símbolo el mismo del planeta
asociado. Al oro se le asoció el símbolo
que representaba al sol; a la plata se le asignaba el símbolo de la luna
creciente; al mercurio el de la luna menguante; al cobre el símbolo de Venus; al
plomo el de Saturno; al hierro el de Marte. En los textos antiguos al estaño se le
dio el símbolo de Hermes y al electrum el de Zeus; mas tarde el electrum
(aleación de oro y plata) dejó de considerarse un metal separado y se le dio su
símbolo al estaño; el símbolo de Hermes se le dio al mercurio. Estas
asociaciones encierran la idea de que los movimientos de estos planetas estaban
conectados causalmente con las actividades terrestres del metal.
La alquimia griega contiene los rasgos
principales de la alquimia que se desarrolla durante toda la edad media y al
principio del renacimiento, sin embargo, carece de la noción de la piedra
filosofal. El alquimista medieval buscaba una sustancia de enorme potencia,
capaz de curar todas las enfermedades, y que tenía la propiedad de que una
pequeña cantidad de ella podría transformar una gran cantidad de metal común en
oro. Esta idea no se encuentra en los alquimistas griegos cuyo único fin,
parecía ser, únicamente, el de producir oro artificialmente.
El origen de la piedra filosofal debemos
buscarlo en la alquimia de los pueblos orientales, la idea de una droga, que
actúe como un elixir de inmortalidad, aparece en la literatura india antes del
año 1000 a.C.. En cambio la primera
evidencia de alquimia en China se remonta al siglo IV a.C.. Y se conoce de una ley que prohíbe la
falsificación del oro por medios alquimistas, promulgada en el 175 a.C. También se conoce que en el año 60 a.C.
el emperador designó a un sabio para que preparase oro alquimista y prolongase
así la vida del imperio. Parece que fracasó.
Si hasta la hierba chu-sheng puede hacernos vivir mas
¿Por qué no poner el Elixir en la boca?
el oro no se enmohece ni corroe por naturaleza;
Luego es la más preciada de las cosas.
Cuando el artista lo incluye en su dieta
La duración de su vida llega a ser eterna...
Cuando el polvo de oro penetra en las cinco entrañas
Se disipa la niebla, como las nubes dispersadas por el viento.
Penetran en los cuatro limbos fragantes exhalaciones;
El semblante resplandece con bienestar y alegría
Los cabellos blancos se vuelven todos negros
Los dientes caídos crecen en su antiguo sitio
El viejo caduco vuelve a ser robusto joven
La arrugada vieja es de nuevo una muchachita
Aquel cuya forma ha cambiado y ha escapado a los peligros de la vida,
lleva por título el nombre de Hombre Verdadero
Los alquimistas chinos eran seguidores de Lao Tsé, cuya filosofía se asoció a toda forma de magia y encantamiento, según esta filosofía, si nuestro cuerpo alcanza una perfecta armonía con el Tao (camino, ruta) a través del Wu Wei (la no-acción o la acción en armonía con la naturaleza), que lleva todas las cosas al ser y las disuelve en el no-ser, adquiriría los atributos del Tao y alcanzaría la inmortalidad. El taoísmo enseñaba así, a sus seguidores, a llevar una vida larga y tranquila eliminando los deseos y los impulsos agresivos. El taoísmo como religión comenzó en el III siglo a.C. iniciando las prácticas alquimistas, ofreciendo, a los que no poseían los dones para alcanzar la armonía con el tao a través de un proceso místico, pero que poseían un ardiente deseo de alcanzar la inmortalidad, esa posibilidad a través de drogas. En la teoría china sobre la materia se proponen dos principios; Yang, el elemento activo o masculino y el Ying, el elemento pasivo o femenino. Las sustancias ricas en Yang proporcionan la vida y causan longevidad. Entre las sustancias más ricas en Yang se contaba al cinabrio (Sulfuro de mercurio) y en segundo lugar al oro. El cinabrio, que tiene un color rojo que se puede asociar a la sangre y, además, de él se extrae el mercurio (mercurio vivo) que, por ser líquido a temperatura ambiente, siempre ejerció una gran admiración y se ganó una fama bien justificada. Cuando se descubrió que el cinabrio no confería la inmortalidad la virtud fue transferida a una droga o elixir divino y esotérico, o al oro alquímicamente producido. Los chinos como casi todas las civilizaciones pre-científicas creían que los minerales maduraban en las rocas volviéndose gradualmente más preciosos; se suponía que el cinabrio se transformaba en plomo, el plomo en plata, la plata en oro; y no parecía irrazonable que este proceso se pudiera acelerar en un laboratorio.
Los métodos empleados no diferían de los
métodos occidentales; los chinos conocieron, sin duda, la sublimación y la
destilación, como se desprende de Ts’an T’ung Ch’i escrito por Wei
Po-yang hacia el año 120 de nuestra era:
Tal parece que los orígenes de la
alquimia en China y en el occidente surgieron independientemente, pero en la
alquimia que se practicaba en la Europa medieval, seguramente, las dos
influyeron a través de la que practicaron los alquimistas islámicos, que
tuvieron contacto con los alquimistas chinos y fueron los que introdujeron la
alquimia en Europa, a la salida de la época oscura.