Lucresio |
De Rerum Natura |
Lucresio comienza su obra con un proemio teológico al cual dedica 40 versos, de los cuales los primeros nueve:
Aeneadum genetrix, hominum divumque voluptas
alma Venus, caeli subter labentia
signa
quae mare navigerum, quae terras
frugiferentis
concelebras, per te quoniam genus omne
animantum
concipitur visitque exortum lumina
solis:
te, dea, te fugiunt venti, te nubila
caeli
adventumque tuum, tibi suavis daedala
tellus
summittit flores, tibi rident aequora
ponti
placatunque nitet diffuso lumine caelum.
Madre de los Eneidas, delicia de hombres y dioses, alma Venus; que bajo los astros del cielo distes, en el mar disperso de naves, en las tierras de fértiles frutos, vida; por tu obra cada especie de seres animados es concebida y ve, naciendo, la luz del sol. Por ti Diosa, huyen los vientos, se juntan las nubes del cielo; bajo tus pies, con mutable gracia, la tierra germina flores, contigo ríen las llanuras del mar y del cielo sereno resplandeciente de luz infinita.
En la última parte de su ruego a Venus le pide, a su diosa, eliminar toda guerra en el mundo y que implore a Marte, con la promesa amorosa, la paz para los romanos.
Nam tu sola potes tranquilla pace iuvare
mortalis, quonian belli fera moenera
Mavors
armipotens regit, in gremium qui saepe
tuum se
reicit aeterno devictus vulnere
amoris,
atque ita suspiciens tereti cervice
reposta
pascit amore avidos inhians in te,
dea,visus,
eque tuo pendet resupini spiritus
ore.
Hunc tu, diva, tuo recubantem corpore sancto
circumfusa super, suavis ex ore
loquelas
funde petens placidam Romanis, inclita, pacem;
Tu sola puedes fruir de paz con los mortales, porque sobre las feroces obras de la guerra preside Marte, señor de las armas, que en tu regazo vuelca su cabeza frecuentemente y mientras así levanta la vista, reclinando su torneado cuello, en ti, Diosa, colma, de amor sus ávidos ojos y de tu boca pende el respiro del Dios aplacado. Cuando sobre tu cuerpo santo, Oh Diosa, reposa; reclínate amorosa y vierte dulces palabras por tus divinos labios y ruega, oh gloriosa, plácida paz para los romanos.
Mas
adelante emprende un despiadado ataque a la religión con el propósito de
abatirla para librar al género humano del temor de la muerte. Recordemos que
para la religión greco-romana, las almas después de la muerte descendían al
infierno (el hades), donde se reservaban sufrimientos para todas las almas,
independientemente de la vida que hubieran llevado en la tierra. Con sus puños
enormes, Lucresio, tortura al anatema.
Quare religio pedibus subiecta vicissim
obteritur, nos exaequat victoria
caelo.
illud in his rebus vereor, en forte
rearis
impia te tationis inire elementa
viamque
indugredi sceleris. Quod contra saepius
illa
religio peperit scelerosa atque impia
facta.
Aulide quo pacto Triviai virginis
aram
Iphianassai turpurant anguine
foede
ductores Danaum delecti, prima
vororum.
Cui simul infula virgineos circumdata
comptus
ex utraque pari malarum parte
profusast,
et maestum simul ante aras adstare
parentem
sensit et hunc propter ferrum celare
ministros
aspectuque suo lacrimas effundere
civis,
muta metu terram genibus summissa
pedebat.
Nec miserae prodesse in tali tempore
quibat
quod patrio princeps donarat nomine
regem.
Nem sublata virum manibus tremibundaque
ad aras
deductast, non ut sollemni more
sacrorum
perfecto posset claro comitari
Hymemaeo,
sed casta inceste nubendi tempore in
ipso
hostia concideret mactatu maesta
parentis, ,
exitus ut classi felix faustusque
daretur.
Tanto religio potuit suadere malorum.
Así la religión abatida a nuestros pies y a su vez pisoteada, a nosotros la victoria iguala al cielo. Aquí me surge un temor, que tu puedas creerte iniciado en una doctrina impía y que te conduzca en la vía de la culpa. Mas es ella, la religión, que muchas veces generó actos pérfidos e impíos, como en Aulide el altar de la virgen Trivia mancharon abyectamente con la sangre de Ifigenia los duques elegidos por los danaos, la flor de los héroes. Apenas la venda que envolvía su virginal cabellera cayó sobre sus mejillas, y como apercibió su padre angustiado junto al altar, y junto a él los sacerdotes ocultaban los hierros, y al aparecer sus parientes no contenían el llanto, muda por el terror cayó al suelo doblándose sobre sus rodillas. No podía, la mísera, enorgullecerse de haber dado por primera el nombre de padre al rey. Levantada por manos de hombres, toda temblorosa fue conducida al altar, pero no para que una vez cumplido el sagrado rito solemne, pudiese ser conducida por la vía del luminoso himeneo, sino para que pura, impuramente, en el día prometido a su boda, cayese, víctima doliente, por el brazo de su padre. Y así fuese dada a la flota, feliz y fausta, la partida. Tan grandes delitos pudo inspirar la religión.
Ifigenia era la hija de Agamenón; el rey de los aqueos, comandante en jefe en la guerra contra Troya; y tenía que ser sacrificada, por su padre, a la diosa Artemisa (Diana), para que los vientos amainaran y la flota pudiese salir; pues, la diosa estaba airada contra el rey por haber matado una de sus ciervas sagradas. A Ifigenia la conducían a la muerte, habiéndole hecho creer que en aquel día sería conducida al matrimonio; según la leyenda, la diosa salvó a Ifigenia, sustituyéndola por una cierva, y la llevó al templo de Tauris como sacerdotisa del mismo. La crítica al fanatismo religioso, de parte de los fanáticos antirreligiosos, ha hecho aportes importantes en la evolución del pensamiento, demostrando, de esta manera, que también el funesto fanatismo, al entrar en la arena de la controversia, impulsa a los pensadores a sobrepasar obstáculos que serían infranqueables sin el acicate de la polémica dialéctica.
Pasa
luego a dar las pruebas sobre sus primeros principios: “nada sale de la nada”, y “nada se reduce a la nada”; estos son
principios fundamentales para la ciencia, que si se toman en toda generalidad
excluyen el principio divino de la creación. Postula la existencia del vacío, para
Lucresio la materia no es continua sino “un alternarse de materia y espacio
intangible, si no existiese el vacío no podría haber movimiento, no podría el
frío traspasar la piel y hundirse hasta los huesos, el alimento no podría
distribuirse por todo el cuerpo”. Supone, que el peso especifico diferente
para cada cuerpo, se debe a la mayor o menor cantidad de espacio vacío, respecto
del lleno, que tenga el cuerpo.
“El tiempo no existe por sí solo, no se puede
admitir que alguien pueda advertir el tiempo separadamente del movimiento de los
cuerpos”. Una concepción moderna del tiempo.
“El universo consiste de materia y vacío,
no hay nada mas, la materia es lo que actúa o sobre lo que se actúa, vacío es lo
que ofrece, a las cosas, el lugar para actuar. La materia esta formada por
átomos, que son sólidos y eternos, ninguna fuerza es capaz de extinguirlos;
donde hay vacío no hay átomos y donde hay átomos no puede haber vacío, además,
los átomos deben ser indivisibles porque, si la materia se pudiera dividir
indefinidamente, ya estaría tan fragmentada que no se podría formar cosa alguna
en un tiempo definido, puesto que la construcción siempre tarda mas que la
destrucción”. En esto
Lucresio contradice a Empédocle y Anaxágora. De la inmutabilidad de la naturaleza;
“el agua siempre es igual, como lo es la
piedra; y hasta los seres vivientes se reproducen manteniendo siempre la misma
forma”; deduce que los átomos deben ser siempre iguales en el tiempo, y “siendo el extremo imperceptible de la
existencia, no están compuestos de partes sino que existen por sí
mismos”.
“El universo no es limitado en ninguna
dirección, de lo contrario debería tener un extremo que no permita a nuestros
sentidos seguirlo, pero debemos admitir que mas allá del todo nada existe, por
lo tanto no tiene extremo y no tiene confines ni medida; no importa del lugar
del universo en que uno se encuentre, en todas las direcciones el espacio será
infinito. Si el universo fuese finito, y uno se para en el confín y lanza un
dardo, este no podría sino avanzar pues no podría devolverse hacia aquel que lo
ha lanzado, o bien deberá encontrar algún obstáculo que lo detenga”. Ninguna
de estas alternativas le parece válida a Lucresio considerando, por lo tanto,
demostrada la infinidad del universo.
Este
modelo, de Lucresio, de entre todos los imaginados en el mundo antiguo, es el
que mejor se conforma al que se acepta hoy en día. Sin embargo el modelo
aceptado por la ciencia moderna, como el que describe mejor la física, es un
universo sin confines, por lo tanto ilimitado, pero finito; se considera el
universo una hiperesfera de tres dimensiones sumergida en un espacio de cuatro
dimensiones, en este caso el espacio puede tener una curvatura, de tal manera
que, saliendo en un punto, y viajando siempre en la misma dirección, volveríamos
a encontrarnos en el mismo punto. Una situación similar la podemos ilustrar con
la superficie terrestre, que es una esfera de dos dimensiones, sumergida en el
espacio real de tres dimensiones, ilimitada pero finita.
“También la materia debe ser
infinita, ya que una cantidad finita de materia en un universo infinito estaría
prácticamente vacío, puesto que la cantidad de materia, que correspondería a un
volumen dado, sería desestimable, y no se hubieran dado la infinita cantidad de
choques, que dio origen a los objetos; y aun una vez estos formados, es
necesario una infinita cantidad de materia para que renueve las pérdidas y tener
compactado los agregados de átomos que observamos”.
Actualmente estimamos la cantidad de partículas elementales del universo
en 1080, un uno seguido de 80 ceros; en un gramo de sustancia existen
aproximadamente 1027 partículas, en toda la Tierra, la cual tiene del
orden de 1031 gramos existirán del orden de 1058; en todo
el sistema solar 1064; en nuestra galaxia 1070 y en el
resto del universo una cantidad de materia equivalente a mil millones de
galaxias para que en total tengamos 1080 partículas.
Critica luego la visión centrista del mundo de Aristóteles y de los
estoicos: “Es falso que el mundo esté en
equilibrio alrededor de un centro, falso que la tierra sea redonda, falso que
debajo de la tierra existan hombres que caminan con la cabeza hacia abajo sin
aventarse desde la tierra hacia los límites extremos del cielo; la opinión de
los estoicos de que tierra y agua tienden al centro, y que aire y fuego tienden
a alejarse del centro, no solamente es falsa, sino incluso peligrosa, puesto que
esto implica también el riesgo de la disolución del mundo”.
Aquí podemos detenernos y observar la debilidad de la ciencia de los
antiguos, en la época de Lucresio ya los físicos de Alejandría, habían
construido un modelo del sistema solar que, si bien en él consideraban la Tierra
como centro, era un modelo de una precisión que debe movernos a admiración,
considerando que todos los datos fueron tomados al ojo desnudo. Sin embargo
Lucresio, el cual es un divulgador y no un científico, los echa de lado con una
lógica verbal, aguda, pero sin rigurosidad.
Algunos historiadores de la ciencia se sorprenden del hecho que, la
ciencia antigua, haya detenido su marcha en el siglo II a.C. para reemprenderla,
en el siglo XVII, con los trabajos de Galileo. Es cierto que entre los trabajos de
Arquímides y de Galileo parece haber una continuidad propia de maestro a alumno,
a pesar de encontrarse, el uno del
otro, separados por un lapso de más de 18 siglos. Pero estos 18 siglos no fueron
completamente estériles, la ciencia no hubiera sentido el empuje que tuvo en el
siglo XVII sin el trabajo, irracional, incoherente y genial de los alquimistas,
desarrollando patrones y aparatos de medida, mejorando la calidad de los
metales, introduciendo nuevos materiales y elaborando las técnicas
experimentales que permitieron la segunda eclosión de la ciencia. Pero es sobre todo el método científico
el que debía desarrollarse para que los descubrimientos estuvieran asentados
sobre bases inconmovibles, la ciencia antigua tenía su base sobre la
verosimilitud de las explicaciones, para el científico del siglo XVII las
explicaciones deben basarse sobre hechos experimentales reproducibles, se les ha
de traer ejemplos palpables, fáciles, inteligibles, demostrativos, indubitables,
con demostraciones matemáticas rigurosas que no se puedan negar, que permitan su
verificación en otros sistemas, verificación que deberán efectuar otros
experimentadores antes de ser aceptadas por la comunidad.
Con estos versos comienza Lucresio el segundo libro (capítulo) de su obra.
Soave, mari magno turbantibus aequora ventis,
e terra magnum alterius spectare laborem
non quia vexari quemquamst iucunda
voluptas,
sed quibus ipse malis careas quia cernere soave est.
Dulce, cuando en el mar inmenso el viento conmociona el agua, contemplar desde la orilla, de los otros el afán; no porque la angustia de un hombre dé sosiego y deleite, sino que lo dulce es ver de que males estás liberado.
Lucresio
no solamente presenta su obra para exponer los conocimientos sobre la
naturaleza, sino que, como para todos los antiguos, para él el conocimiento es
un instrumento cuya función es la de contribuir a la plena complacencia de la
existencia; en el proemio de este libro
expone su filosofía sobre la vida, considera que el deleite mas grande de la
vida consiste en la contemplación, desde los miradores de la filosofía, del
vagar ciego de los otros hombres, que persiguen falsos valores, ignorantes de lo
poco que requiere la naturaleza para ofrecernos la verdadera felicidad. Pero
este capítulo está consagrado a explicar cuales son los movimientos de los
átomos que forman las diferentes cosas del mundo, y cual es la fuerza que los
obliga a proceder así. Este es el capítulo mas importante para su propósito de
echar por tierra toda intervención de los dioses en los sucesos de nuestro
mundo, al imponer una dinámica, a la cual deben obedecer los átomos, basada en
leyes deterministas que no admiten excepciones.
“Los átomos vagan libres en medio del vacío y
se mueven, o bien por su propio peso, o bien, por el choque con otros elementos,
puesto que continuamente chocan
formando agregados y disgregándose; son durísimos por su gran peso. Los átomos cuando se encuentran en gran
concentración chocan frecuentemente y forman las rocas, y otros cuerpos pesados;
mientras que los que chocan menos frecuentemente forman sustancias de bajo peso,
como el aire. Una imagen, de como viajan los átomos, la tenemos cuando vemos
pequeñas partículas de polvo, suspendidas en el vacío, agitarse y mezclarse, a
la luz de un rayo de sol que penetra en una pieza oscura”.
“Los átomos se mueven en el vacío más rápido de lo que se mueve la luz del Sol,
pues esta, para avanzar, tiene que moverse por el espacio donde se encuentra con
otros átomos; y además, estando formada, la luz del Sol, por un aglomerado de
átomos, estos se tropiezan, unos con otros, resultando una demora, y por lo
tanto, una velocidad inferior a la de un átomo aislado que se mueve en el
vacío”. Actualmente sabemos que la velocidad
de la luz es un límite por encima del cual ningún cuerpo puede moverse sin
contradecir la estructura de nuestro espacio-tiempo.
Entre
tanta verosimilitud he aquí algo cierto, pero que como todo lo demás caerá en
saco roto. Mas adelante, discute
las diferentes formas de los átomos.
“Los átomos tienen una variedad
indeterminada de formas, como prueba de esto podemos asomar la gran cantidad de
especies animales, y también que, dentro de una sola especie, ningún elemento es
completamente igual al otro; vemos como el vino pasa rápido por el colador
mientras que el aceite, compuesto por elementos más grandes y más intrincados, cuela mucho más lentamente. Igualmente todas las
sustancias presentan sabor diferente a nuestro gusto; puesto que las sustancias,
formadas por elementos escabrosos, lesionan la vía de nuestros sentidos y
entrando violentan nuestro cuerpo”.
Seguidamente emplea la lógica verbal para explicar porque el número de
formas y tamaños de estos principios (átomos ) debe ser finito “si el número de formas que adoptan estos
principios fuese infinito, algunas especies de estos principios debería tener un
tamaño infinito; además no habría límites a la variedad cualitativa de las
cosas. Pero el número de átomos, de cada una de las formas, si será infinito;
porque aunque veamos que algunos animales son más raros que otros no quiere decir que los
átomos, de los que están compuestos los seres más raros, sean menores en número que los
átomos, que componen los seres de los que existe mayor abundancia. Hay que tener en consideración, también,
que no todas las combinaciones atómicas son posibles, pues entonces tendríamos
también seres monstruosos como los centauros o las quimeras”
“Los cuerpos sensibles están
formados por átomos insensibles, del estiércol nacen gusanos, el alimento genera
los seres vivos. Todo depende de
las configuraciones y movimientos que adquieren las agrupaciones de átomos; los
cuales no tienen color, no producen sonidos, no tienen sabor ni olor, no pueden
estar fríos o calientes; puesto que todas estas cualidades están ligadas a
compuestos atómicos perecederos mientras que los átomos son eternos”. Los átomos de la teoría moderna tampoco
poseen estas cualidades, pero este conocimiento está, en la teoría moderna,
basado en una comprensión de las propiedades de la luz y de la fisiología de la
visión y de la comprensión microscópica de la fisiología del gusto y el olfato.
Esto corresponde a una ciencia que está un poco más adelantada.
E tenebris tantis tam clarum extollere lumen
qui primus potuisti inlustrans commoda vitae,
te sequor, o Graiae gentis decus, inque tuis nunc
ficta pedum pono pressis vestigia signis,
non ita certandi cupidus quam propter amorem
quod te imitari aveo; quid enim contendat hirundo
cycnis, aut quidnam tremulis facere artubus haedi
consimile in cursu possint et fortis equi vis?
A ti, que de tantas tinieblas, así vívida luz, por primero supistes suscitar, iluminando, las dulzuras de la vida; te sigo yo, gloria de la gente griega, y sobre tus profundas huellas ahora imprimo bien profundamente las de mis pies, no porque yo quiera competir contigo, sino por amor, porque brego por imitarte; y ¿como podría la alondra competir con los cisnes?, y los cabritos bamboleantes sobre sus piernas ¿como podrían en la carrera emular el ímpetu de un fuerte corcel?
“Tanto el alma, fuerza vital, como la mente
sede del pensamiento, forman parte del cuerpo; el alma está diluida en todo el
cuerpo; y la mente, situada en el pecho, es sede de toda la vida psíquica. Tanto
la mente como el alma están hechos de átomos muy pequeños, redondos, lisos y
levigados, que por estas razones son mucho mas móviles que los que forman otras
sustancias; constan de cuatro elementos: el viento que provoca el miedo, el
calor que enciende la ira, el aire que genera la quietud y un cuarto elemento
compuesto de átomos aún más finos encargados de la transmisión de sensaciones del alma
al cuerpo; la combinación de estos elementos determina el carácter”. Los
romanos no sabían que el viento es aire en movimiento; consideraban que el
viento es algo que se le agrega al aire.
“La vida y las sensaciones del
cuerpo derivan de su unión con el alma. La mente tiene mayor poder sobre la vida
que el alma, mientras la mente esté intacta se conserva la vida aun si una gran
porción del cuerpo y del alma se ha perdido por mutilación. El alma nace se
desarrolla y declina con el cuerpo, por lo tanto también debe morir con éste; y, como los órganos sensoriales, el
alma no puede existir sin el cuerpo puesto que está dotada de sensibilidad. La mortalidad del alma se prueba del
hecho que ella, abandonando el cuerpo, deja parte de sí, la cual da vida a los
innumerables gusanos que aparecen en el cadáver”. Lo que no es un tratamiento muy gentil
al concepto platónico del alma, lo tenemos que admitir.
Termina
este capítulo mostrando lo vano que es el temor a la muerte. La existencia es la unión de cuerpo y
alma; y no existiríamos, después de la muerte del cuerpo, aunque el alma fuera
inmortal; puesto que sería interrumpida la continuidad de la conciencia.
“Desde la superficie de los cuerpos se
despegan membranas finísimas, que vagan por el aire, y nos traen la imagen de
los objetos, estos simulacros no son visibles; se forman en la superficie de los
cuerpos y, en su camino, se encuentran con objetos que los dejan pasar o con
objetos que los desbaratan o los reflejan, como por ejemplo los espejos; la
aparición instantánea de la imagen en los espejos es una prueba de la velocidad
de los simulacros, la cual es mayor que la de la luz. La vista es una sensación
táctil estimulada por el choque de los simulacros contra los ojos”.
El
capitulo VI lo dedica, Lucresio, a la explicación de los fenómenos atmosféricos
que los hombres no saben explicar y se los atribuyen a la voluntad de los
dioses, explica el trueno, el relámpago, la tromba marina los terremotos, las
erupciones volcánicas, la formación de las nubes, la lluvia y otros fenómenos
atmosféricos; siempre sus explicaciones son propedéuticas de una doctrina ética,
liberando por esta vía, a los hombres, del terror religioso, impidiendo que los
fuegos fatuos de la superstición arrastren a los hombres fuera de los severos
recintos de la verdad. También discute las fuentes del Nilo, pero no aporta más
de lo que ya había discutido Heródoto. También explica las propiedades del imán
o magneto, “desde el magneto emana un flujo de átomos que saca el aire entre el
magneto y el hierro, por lo que los átomos, de uno y de otro, se precipitan en
este vacío seguidos de toda la masa; este movimiento es ayudado por el aire
situado detrás del magneto y del hierro y también del que está situado dentro de
sus poros”. La obra termina, inconclusa, dando una explicación de las epidemias,
y en particular la peste de Atenas donde sigue las explicaciones aportadas por
Tucídides. Lucresio no puede concluir su obra; la muerte, siempre desconsiderada
con el género humano, lo aparta de su cometido.