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Como la mecánica fue la primera teoría de la física en desarrollarse, sirvió naturalmente como modelo en todo trabajo futuro. En algún momento existió el deseo y la ilusión de reducir toda la
física a la mecánica (la unificación es una idea sencilla y
atractiva que siempre vamos a encontrar a lo largo de la historia). La electricidad y el magnetismo constituye otro pilar fundamental de la física que no puede ser reducido en términos de la
mecánica. En el momento que ocurre la muerte de Sir Isaac Newton en 1727, cuando la mecánica estaba tomando su aspecto moderno, la mayor
parte de los fenómenos relacionados con la electricidad tenían que ser descubiertos todavía. La fenomenología de la electrostática y magnetostática sería desentrañada principalmente en el Siglo XVIII.
Desde la antigüedad los primeros fenómenos relacionados
con la electricidad se observaron en materiales que podían atraer
pequeños pedazos de papel y paja, después de haber sido frotados
con ciertos tejidos. Para explicar estos fenómenos surgieron ideas
cargadas de fantasía y que prácticamente colindaban con la magia.
En relación a esto es importante el papel jugado por
Tales de Mileto (hacia el 580 A. C.), quien conecta el mundo de los mitos con el
de la razón. Tales toma el agua como el constituyente fundamental de todo
lo material. Esta escogencia no resulta del todo extraña por la dinámica
que esta sustancia exhibe y la relación que tiene con la materia viva.
Para Tales el universo entero podía visualizarse como un organismo viviente
caracterizado por exhalaciones de agua. De manera consistente, hay afirmaciones citadas por Aristóteles que tradicionalmente se han atribuido a Tales,
como «la piedra imán tiene alma porque atrae el hierro» y «todas las
cosas están
llenas de los dioses». Diógenes Laertes cita un comentario de Aristóteles,
donde este último se refiere a que Tales le atribuye vida aún a lo
inanimado cuando discute acerca del comportamiento del ámbar
(escrito como
y se pronuncia «electrón» en griego)
y de la piedra imán o magnetita
(que en griego se escribe como
), muy abundante en la región de Magnesia que queda al este de Tesalia.
La importancia del intento de Tales no radica en su elección del agua como
substancia fundamental sino en tratar de explicar el comportamiento de la
naturaleza a través de la simplificación de los fenómenos y en buscar las causas de los mismos dentro de la misma naturaleza más que en los caprichos de dioses antropomórficos. A este respecto Aristóteles dice que «para Tales la pregunta fundamental no es que es lo que sabemos, sino cómo lo sabemos.»
El uso de imanes para propósitos de navegación no se conoció en la
antigüedad clásica. Preguntas fundamentales sobre la invención de la
brújula no pueden responderse con absoluta certidumbre en la actualidad.
Hasta principios de siglo la idea aceptada era que la brújula había
tenido su origen en China, posteriormente fue llevada de alguna manera por los
árabes a la
región mediterránea y de allí pasa a Europa en la época de las
cruzadas. Esta teoría perdió considerable soporte por recientes
evidencias de que los barcos chinos del siglo IX fueron parte de una
gran actividad comercial en el mar Rojo y el golfo Pérsico y carecían
de brújulas de cualquier tipo. Igualmente se encontró que los chinos
comenzaron a notar las propiedades direccionales
de los imanes al final del siglo XI y no los usaron para propósitos de
navegación hasta finales del siglo XIII. Al mismo tiempo no hay evidencia
tangible de que los árabes hayan tenido que ver con la transmisión de
este conocimiento. La primera referencia escrita de una brújula la
encontramos en el trabajo De Utensilibus, probablemente escrito en 1187
por Alexander Neckam (1157-1217). En tal trabajo no se habla de la brújula como algo nuevo y de hecho se describe
como una aguja que llevaban a bordo las embarcaciones para mostrarle a los
marineros el curso a seguir cuando la estrella polar no podía verse.
Resulta muy probable que para antes del año 1187 la brújula se conociera
en la Europa del Noroeste y ciertamente para el siglo XIII su uso estaba
completamente difundido tanto en Europa como en China.
El magnetismo es una de las ciencias que hace considerables progresos
durante la edad media. En el siglo XIII, Petrus Peregrinus de Maricourt,
natural de Picardie, Francia, hace un sorprendente hallazgo que queda
registrado en su tratado de 1269 conocido como Epistola de Magnete.
Maricourt toma una piedra imán a la cual se la había dado forma redonda
y le aproxima una aguja que se orienta inmediatamente por la acción de la
piedra imán. Cuando la aguja se detiene, Maricourt traza una línea sobre la
piedra imán redondeada. Después repite la operación en otras partes del
imán y cuando tiene trazadas un buen número de ellas sobre su superficie,
el patrón que aparece corresponde a círculos máximos que resultan
ser completamente análogos a los meridianos terrestres y se cortan en
dos puntos extremos del imán. Sorprendido por la analogía con el
globo terráqueo, Maricourt denomina polos a estos dos puntos particulares
de la piedra imán. En experimentos posteriores encuentra que la forma en la
que los imanes se atraen entre sí está determinada solamente por la
posición de sus polos, como si estos constituyeran el asiento de lo que
se pensaba en la época era el poder magnético. Estos conceptos
van a jugar un importante papel en el desarrollo de las teorías de
polarización posteriores.
El estudio sistemático de los fenómenos eléctricos ocurre en el
Siglo XVII con el trabajo de William Gilbert
(1544-1603) en Inglaterra. La investigación de Gilbert sobre
fenómenos magnéticos esta compendiada en su gran tratado
De Magnete4, el cual fue publicado por primera vez tres años antes de su muerte.
Fig. 1. William Gilbert (1544-1603), pionero en el estudio moderno de los fenómenos eléctricos y magnéticos.
Se puede decir que el
estudio moderno de la electricidad y el magnetismo comienza con
sus trabajos experimentales, que duraron más de 15 años y le costó
a Gilbert una buena parte de su fortuna personal. Realizó
importantes experimentos tales como construir una terrella (un modelo
a escala de la Tierra hecho de magnetita, ver fig. 2) para mostrar como una
aguja magnética colocada en su superficie debía apuntar a los
polos opuestos, experimento con el cual confirmaba su suposición
de que la Tierra podía verse como un imán gigantesco.
Fig. 2. Terrella o pequeña tierra de Gilbert, en presencia de agujas magnéticas. En el punto marcado como A está situado el polo norte del imán esférico y a lo largo de su superficie las agujas se van a orientar em forma diferente. Grabado tomado de su obra De Magnete (1600).
Esta idea la llevó mucho más lejos y llegó a conjeturar que la fuerza gravitatoria y el movimiento de los planetas, que correspondían siempre a grandes escalas, podían explicarse en términos de fuerzas de origen magnético. Copia del italiano Girolamo Cardano(1501-1576) las observaciones que este último publica
en 1550 sobre las diferencias del ámbar con la magnetita o
piedra imán2. Cardano observó que:
A lo anterior, Gilbert añade:4
Después de una extensa experimentación Gilbert completó la lista de cuerpos que podían
cargarse eléctricamente por fricción e introdujo el adjetivo
eléctrico para designar este tipo de fenómenos, ya que
en griego al ámbar se le llama electrón.
En sus experimentos, Gilbert estableció la diferencia entre fenómenos
magnéticos y eléctricos mostrando que la magnetita no requería
de estímulos
para mostrar propiedades magnéticas, en tanto que el vidrio y el
ámbar debían ser frotados para mostrar propiedades eléctricas.
Incluso llegó a determinar que partiendo en dos pedazos una piedra
magnética de forma oblonga no es posible obtener un polo en cada fragmento,
sino que vamos a tener dos imanes completos con su respectivo par
de polos. En sus propias palabras:4
«Take the oblong stone ad in which a is the north pole and d the south. Cut the stone in two equal parts, and put part a in a vessel and let it float in water.
You will find that a, the north point, will turn to the south as before; and in like manner the point d will move to the north, in the divided stone, as before division. But b and c before connected, now separated from each other, are not what they were before. b is now south while c is north. b attracts c, longing for union and for restoration of the original continuity.»
«Tome la piedra oblonga ad en la cual a es el polo norte y d el sur. Corte la piedra en dos partes iguales, ponga la parte a en un recipiente y déjela flotar en agua.
Encontrará que a, el punto norte, dará vuelta hacia el sur como antes; y de la misma manera el punto d se moverá hacia el norte, en la piedra dividida, como antes de la división. Pero b y c que antes estaban conectadas, ahora separadas una de la otra, no son lo que eran antes. b es ahora sur mientras c es norte. b atrae c, persiguiendo la unión y restauración de la continuidad original.»
En la fig. 3 se presenta la piedra imán antes y después de la fragmentación. Galileo Galilei (1564-1642) conoció de los trabajos de
Gilbert, a través de sus libros y veía con admiración la idea de concebir la
Tierra como un imán gigante.
Fig. 3. Experimento de Gilbert con la piedra imán donde se demuestra la imposibilidad de tener dos polos magnéticos separados. Grabado tomado de su obra De Magnete (1600)
Aunque desde el punto de vista
experimental todos estos trabajos representan un gran paso de
avance, desde el punto de vista teórico la comprensión de estos
fenómenos era muy pobre y Gilbert trató de hacerlo
a través de la introducción de efluvios o emanaciones que
venían de los cuerpos con propiedades eléctricas y magnéticas.
La idea para proponer esto viene de sus observaciones, de las cuales le resulta claro que los fenómenos eléctricos se debían a una entidad de naturaleza material. Bajo la acción de la fricción esta era liberada del vidrio o del ámbar y en circunstancias normales estaba atrapada dentro de ellos.
Gilbert creyó encontrar evidencia para esto en el campo de la medicina que él mismo practicaba. Sigue la doctrina de la época de que el cuerpo humano contiene varias clases de humores o tipos de humedad, ellos son la flema, la sangre, la cólera y la melancolía. La proporción en la que ellos se encontraran determinaba el temperamento y dependiendo del humor predominante se tenían personas flemáticas, sanguíneas, coléricas y melancólicas.
La observación de que casi todos los cuerpos conocidos que podían electrificarse eran duros y transparentes, lleva inmediatamente a la idea de que estos
debían estar formados por la consolidación de líquidos acuosos.
Según la creencia de la época, la transparencia era una propiedad del agua como elemento fundamental. Gilbert concluye de que debe existir un humor particular que debe estar relacionado con
las propiedades de los cuerpos eléctricos. La fricción debía calentar, excitar y finalmente liberar este humor, el cual saldría del cuerpo eléctrico en forma de un efluvio, el cual formaría una atmósfera. Este efluvio debía ser suficientemente sútil como para no ser detectado por los sentidos. La idea de proponer una atmósfera que rodeara el cuerpo eléctrico era el paso natural a dar para poder explicar la interacción eléctrica. Gilbert creía firmemente que la materia no podía actuar donde no estuviera, de manera que un cuerpo actuaba sobre otro a distancia a través de un agente material de alguna clase, aunque este último no pudiera verse. Después establece la analogía con el caso de los cuerpos en caida libre y piensa que justamente el aire que conforma la atmósfera terrestre es el efluvio que le permite a la Tierra atraer los cuerpos.
Lo curioso
es que Gilbert rechaza la idea de que exista una repulsión.
Esta idea de la ausencia de repulsión para
fuerzas eléctricas fue mantenida también por el jesuita
Niccolò Cabeo (1596-1650), quien era maestro, ingeniero y filósofo. Cabeo manifiesta
sus ideas en Philosophia Magnetica publicada en 1629. Repite en este
compendio las diferencias entre lo eléctrico y lo magnético y añade dos
observaciones que por ser incompletas, no resultaron ser muy felices:
Cabeo que creía en la teoría del vapor de Gilbert, sostenía que la acción
eléctrica debía desaparecer en el vacío. Esto plantea la interrogante:
¿Qué pasa si se experimenta con cuerpos eléctricos en el vacío?. El primer
intento corresponde a la Accademia del Cimento de Florencia, que trabajó
con el vacío producido sobre el fluido de mercurio de un tubo de Torricelli.
Allí introducen ámbar, un frotador y pedacitos de papel y observan que con
o sin aire, el papel no era atraído (podemos pensar que debió haber algún
error en el manejo experimental relacionado con fugas y falta de la tecnología
adecuada). Boyle y Hooke perfeccionaron en la década de 1660 una bomba de
vacío que lograba una reducción de 1/300. En el siglo XVIII se lograron
bombas con reducciones de 1/600 que no llegan al umbral donde el vacío
empieza a actuar como aislante de manera manifiesta. Después de su experimento,
Boyle afirma que la atracción era igual. Los seguidores de Cabeo sostenían que la
explicación de tal resultado obedecía a que no se había retirado suficiente
cantidad de aire (lo cual era en parte verdad). Más de cincuenta años
después de la
muerte de Gilbert, Newton estaba al tanto de que los fenómenos
eléctricos y magnéticos eran importantes pero poco comprendidos y
así lo indica al final de su obra Principia y en el Query 22 de Opticks, dice:6
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El siguiente paso a dar fue el construir máquinas que
permitieran frotar eficientemente los materiales que producían
electricidad. Otto von Guericke (1602-1686), burgomaestre de
Magdeburg, estuvo siempre atraído por la idea del vacío y en
particular del vacío que debía haber en el espacio
interplanetario. Esta idea lo llevará a construir la primera
máquina electrostática. Entrenado en filosofía natural y como
ingeniero, Guericke tuvo la
oportunidad de servir a su ciudad tanto con sus habilidades
profesionales como diplomáticas durante la Guerra de los Treinta
Años en Alemania. Cuando la guerra terminó, Guericke encontró
tiempo para realizar sus estudios sobre el vacío y construyó la
primera bomba de vacío en 1650, con la que llevó a la práctica
experimentos espectaculares. Entre estos experimentos
espectaculares estan aquellos realizados en 1654 frente al Emperador
Ferdinand III en Regensburgo,
en el que dieciseis caballos no fueron
capaces de separar dos hemisferios de 14 pulgadas de diámetro que
habían sido evacuados
previamente con la bomba de vacío. Esta bomba producía un
vacío con las
tres características de Copérnico: extensión,
propagación de luz y paso de cuerpos sin resistencia.
Al penetrar en el problema del
vacío, Guericke concibe virtudes de diferentes clases para explicar
las acciones que son observadas en la práctica. La lista a considerar sería
la siguiente:
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Fig. 4. Máquina electrostática de Otto von Guericke. La máquina se muestra a la derecha de la figura. En el centro, Guericke hace experimentos de
repulsión con una pluma de ave.
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Encuentra por lo tanto, que todas las
virtudes estaban presentes en su globo.
Aunque varios físicos como Leibniz, Hooke y Boyle se intrigan por los
experimentos de Guericke, no desarrollaron ninguna idea en torno a ello y
aún menos lo asociaron con la idea de una repulsión.
Huygens lo reconoce cuando hace experimentos con el ámbar e hilos de lana y
habla de una hidrofobia que aparece cuando objetos húmedos son repelidos
después de ser atraídos. Experimentando más en esta línea
encuentra que hay cierto poder de conducción en el agua.
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El siguiente progreso de significación fue
el descubrimiento de materiales conductores y aisladores.
La contribución más importante se debe al inglés Stephen Gray (1666- 1736), quien llegó a realizar investigaciones en astronomía
con John Flamsteed (1646-1719) y Roger Cotes (1682-1716).
En 1711 ingresa a la Charterhouse de Londres, una institución para caballeros que
habían perdido su fortuna y es allí donde Gray hace su
descubrimiento fundamental. Comienza experimentando con un tubo de
vidrio largo, electrificado por un extremo y cerrado por los dos
extremos con tapones de corcho. Uno de los corchos esta atravesado
en su eje por un pequeño palo, orientado hacia afuera del tubo.
Gray observa que la electrificación impartida al tubo de vidrio le
es transmitida al corcho y al pequeño palo. Luego lo intenta con
un material como la seda y con una cuerda de seda suspendida sobre
una distancia de 300 pies demuestra que puede transportar
electricidad a mayores distancias. La seda es un material poco
resistente y cuando trata de sustituirla por hilos de metal,
encuentra que no puede transmitir estos efectos eléctricos y que
los metales son incapaces de retener la electricidad. Este
conjunto de experimentos lo llevan a clasificar los materiales en
conductores y aisladores. Las observaciones de la conducción,
inducción, electrificación y el papel de la Tierra como un cuerpo
de potencial constante están todas relacionadas y el comprender a
profundidad todos estos efectos era realmente difícil,
particularmente si los dispositivos empleados en los experimentos
exhiben propiedades de conducción que dependen fuertemente de su
composición, húmedad del aire y otras variables que son
controlables una vez que se les conoce. Se requiere de una alta
dosis de ingenio y sentido crítico para poder extraer la
información correcta a través de la observación de todos estos
fenómenos que están relacionados. En la fig. 2 se presenta en
forma gráfica uno de los experimentos de Gray para investigar la
conducción eléctrica y donde se demuestra la conductividad de un
cuerpo.
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Fig. 5. Experimento de Stephen Gray para
investigar la conducción eléctrica y donde se
demuestra la conductividad de un cuerpo. (Johann
Gabriel Doppelmayr, Neu-entdeckte Phaenomena von
bewundernswurdigen Wurckungen der Natur, Nuremberg,
1744).
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Uno de los problemas importantes a resolver era
determinar cuantas clases de electricidad había y quien consigue
establecerlo es Charles Francois de Cisternay Dufay (1698-1739),
francés, de familia
prominente con influencia en el ambiente militar y eclesiástico.
Su padre le consigue el nombramiento de químico adjunto en la
Academie des Sciencies. Aunque Dufay no tenía credenciales
científicas, pronto muestra habilidades fuera de lo común. En 1732
es nombrado superintendente de los Jardines Reales y sus estudios
sobre electricidad empiezan en 1733. A partir de sus estudios
demuestra que hay solamente dos tipos de electricidad y le llama
vítrea a aquella que se libera frotando vidrio (que corresponde a
la carga positiva) y resinosa a aquella que se libera frotando
ebonita (que corresponde a la carga negativa). Aparte de esto
establece que las electricidades del mismo tipo se repelen y las
electricidades de diferente tipo se atraen. Un avance
tecnológico de primera magnitud tuvo lugar cuando se produjo la
invención del condensador eléctrico. De manera fortuita se observó
que cargando un líquido en una botella y sosteniendo la botella en
la mano se podían obtener descargas grandes. Este hecho fue
observado por primera vez por E. G. von Kleist (1700-1748) y
publicado por Petrus van Musschenbroek (1692-1761) de Leyden. El
aparato que acumulaba o condensaba electricidad llegó a conocerse
como la botella de Leyden. Muy pronto más experimentación llegó a
demostrar que la presencia del líquido no era indispensable y que
podía reemplazarse por una lámina conductora que cubría la botella
por dentro. Estos descubrimientos proporcionaron una forma de
acumular la electridad para experimentación. Las
siguientes ideas en aparecer fueron la de inducción eléctrica y la
de la conservación de la carga. En torno a este desarrollo aparece
la figura de Benjamin Franklin (1706-1790), nacido en Boston, en
lo que era entonces la colonia inglesa de Nueva Inglaterra. Desde
muy niño mostró tremenda habilidad para aprender y a los dieciseis
años escribe artículos en periódicos, originales y entretenidos
(Dogood Papers, 1722). Por diferencias con su hermano mayor, que
era tipógrafo, se ve forzado a mudarse de Boston a Filadelfia,
donde se establece como tipógrafo y vendedor de libros. En 1724 se
traslada a Londres, donde continua su trabajo como tipógrafo y
llega a conocer a Henry Pemberton (1694-1771), el editor de la
tercera edición de los Principia de Newton. Franklin tuvo la
esperanza de conocer a Newton a través de él, pero esto nunca
llegó a materializarse. En lugar de esto llegó a conocer a
Peter Collison (1693-1768), miembro de la Royal Society y quien llegó a
ser su amigo por el resto de su vida y jugó un papel determinante
en sus trabajos sobre fenómenos eléctricos. Sobre esto el mismo
Franklin dice:
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De vez en cuando Franklin experimentaba con
electricidad y desarrollaba sus propias ideas sobre la materia.
Comunicó sus resultados en cartas a Collison, quien las publicó
como un libro en 1751. El libro tuvo un gran éxito y pasó por
muchas traducciones y ediciones. Las contribuciones científicas de
Franklin lo llevaron a ser escogido como miembro extranjero de la
Sociedad Real de Londres (Royal Society of London) en 1756. A
partir de esta fecha los asuntos públicos ocuparon prácticamente
su atención, particularmente la cadena de eventos que llevaron a
la independencia del país que contribuyó a formar, Estados Unidos
de America y que luego representó en el extranjero como
diplomático. Su contribución más importante desde el punto de
vista teórico fue el uso novedoso de inferencias a partir del
principio de conservación de la carga. Este principio ya había
sido percibido por varios investigadores como William Watson
(1715-1787), pero Franklin supo explotarlo. Desde su punto de
vista, un cuerpo contiene las mismas cantidades de electricidad
vítrea y resinosa, las cuales bajo condiciones normales
neutralizan una a la otra. La electrificación es la separación de
las dos electricidades, las cuales pueden ser llamadas positiva y
negativa, con la implicación de que su suma permanece constante y
es cero. Franklin demostró estas ideas a través de experimentos en
los cuales dos personas, paradas sobre plataformas aislantes,
adquirían electricidad de un tubo de vidrio frotado con un paño.
Uno de los experimentadores adquiría la electricidad del tubo de
vidrio y el otro la adquiría del paño. Cuando acercaban sus manos
y los dedos de cada uno se aproximaban, una chispa saltaba de uno
a otro y ambos quedaban neutralizados. Sobre este tema luego se
hicieron experimentos similares.
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Fig. 6. Benjamin Franklin(1706-1790), establece el principio de conservación de la carga e inventa el pararrayos.
A pesar de la tremenda importancia de este experimento,
la fama de Franklin vino a través de los experimentos que este
realizara con electricidad atmosférica y que dieron lugar a la
invención del pararrayos. Para el momento todos las ideas
relacionadas con fuego, combustión, rayos, chispas y descargas
eléctricas no estaban claras. Franklin propuso la idea de que el
rayo era una chispa eléctrica gigante y demostró que un cuerpo con
una punta afilada podía perder fácilmente su carga eléctrica.
Combinando estas dos ideas, pensó en que se podía descargar
gradualmente un edificio y de esta manera protegerlo de un rayo:
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Experimentos desarrollados por Franklin y otros, primero
en Francia y después en Filadelfia, demostraron que se podía
obtener electricidad de las nubes. El experimento de Franklin esta
vez se realizó con una cometa, sin mayores percances.
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Fig. 7. El trágico final del experimento eléctrico realizado por Georg Wilhem Richmann (1711-1753) en San Petersburgo. El investigador se aproximó a un pararrayos aislado durante una tormenta y resultó muerto. Su asistente solo quedó inconsciente. Richmann era de origen alemán.
Este no fue
el caso del físico Georg Wilhelm Richmann (1711-1753) quien murió
haciendo un experimento similar en Rusia (ver fig. 7). Para aquel
momento los experimentadores no se daban cuenta del gran peligro
que representaba lo que intentaban.
Hacia la mitad del
Siglo XVIII los experimentos eléctricos se habían convertido en
espectáculos de salón que servían para entretenimiento como se muestra en la fig. 8 pero no se había logrado saber como era la
fuerza que actuaba sobre las cargas que podían separarse.
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Fig. 8. Una dama electrificada cede los espíritus de fuego a través de chispas eléctricas. El fenómeno de la electricidad estaba de moda en aquel momento (grabado del Tratado sobre electricidad, de autor anónimo, Venecia, Italia, 1746).
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