Mi amigo Ruggieri | Escuela de Fisica

Mi amigo Ruggieri

Guillermo Ruggieri

'...quién se atreve a decir, entonces, que los afectos no son arbitrarios, que no nacen cuando les da la gana, que nada tienen que ver con el tiempo transcurrido...'

Ignacio Avalos Gutiérrez

A Gladys

I

EL MARTES DE LA SEMANA Santa murió Guillermo Ruggeri, prematuramente, como mueren todas las personas que uno quiere: mi papá, por ejemplo, murió siendo casi un octogenario y siempre me pareció que lo hizo demasiado temprano. A Ruggeri lo conocía desde hacía muy poco, apenas hace cinco años, veníamos de lados algo diferentes, pero para mí era como si hubiese sido amigo de toda la vida, quién se atreve a decir, entonces, que los afectos no son arbitrarios, que no nacen cuando les da la gana, que nada tienen que ver con el tiempo transcurrido y tampoco con razones para explicarlo.

Ruggeri bendita manía esa, la de llamar a la gente por el apellido, resabio de cuando era colegial, Ruggeri, digo, fue un excelente académico. Buen profesor universitario, por lo que he oído decir siempre de sus colegas y alumnos de la UCV, y buen investigador en el campo de la física teórica, vaya usted a saber qué es esa cosa, seguro, piensa uno, que se trata de algo harto complicado, propio de gente muy inteligente. Del oficio, imagino, le venía esa capacidad de razonar con tanto orden, expresada en conversaciones en las que nada quedaba al garete. Siempre hacía gala de un discurso bien construido, hecho de premisas claras y conclusiones inapelables, muy bien dicho, además, señal de que tenía un cerebro full equipo, con todos los lujos que se pudieran desear en materia de neuronas.

II

Cualquiera que me conozca sabe que tiendo naturalmente hacia el desorden, y para mayor información puede acudirse a familiares y allegados, quienes sabrán dar fe de ello a través de múltiples ejemplos. Nunca sé dónde está nada, pierdo todo, gasto un buen trozo de mi existencia diaria buscando un bolígrafo, tal libro, las llaves del wolksvagencito verde y, sobre todo, mi libreta telefónica. No soy, pues, tipo capaz de guardar y, sobre todo, ordenar documentos; sin embargo, siempre he podido ubicar con rapidez, casi como si lo tuviera a la mano, un artículo de Ruggeri, escrito con un estilo que ya quisiera cualquiera. 'Elogio del pensamiento incierto', se llama.

Allí, ni siquiera son dos cuartillas, se refería a los límites del discernimiento intelectual, de lo imprescindible que es reconocerlos, incluso cuando se pisan los terrenos de la ciencia, tan llenos de presunción a cuenta de la fe en la presunta infalibilidad del método. Reconocer las imprecisiones y aprender a vivir con ellas, es su moraleja, puesta a circular, además, en un medio que es el reinado de la certeza, presuntamente alcanzada a través de números, parámetros, tasas, porcentajes, tendencias, tablas, gráficas y todo el abundante resto del arsenal de conceptos y herramientas del pensar cuantitativo o semicuantitativo, en donde hasta las ciencias sociales ensayan interpretaciones que empiezan y terminan en cifras, como si allí estuviera la clave de toda comprensión de la vida colectiva. El punto es, afirma, que tales imprecisiones sólo pueden reducirse imponiendo tantas restricciones a la realidad que la desnaturalizan. 'No queda camino distinto al de aprender a trabajar con limitaciones de comprensión. Lamentablemente, ¿o debiéramos decir afortunadamente? no existe un juego de índices que nos exima y nos ampare de la tarea de ejercer a la postre, y, por sobre todo, la mejor valoración cualitativa que podamos'.

III

A Ruggeri lo conocí en el desaparecido Conicit, en donde ambos coincidimos. Allí supe que teníamos puntos de vista muy parecidos en relación a casi todos los temas, pero casi opuestos con respecto a la situación política venezolana, allí no pudimos congeniar mucho, siempre me hizo sudar más de la cuenta en la defensa de mis pareceres y algunas veces me los cambió. Mientras trabajamos juntos conocí lo mejor de Ruggeri. Conocí su talante afectuoso, su bondad, su sobriedad y discreción, tan distantes del habitual 'pescueceo' criollo, y de su solidaridad, ese bien tan escaso en estos tiempos en los que a todos se nos compele a salvarnos según cada uno vaya pudiendo y a ser triunfadores y exitosos a como dé lugar, aun a costa del vecino.

En fin, hace mucha falta mi amigo Ruggeri. En verdad, uno queda muy triste con su muerte.

( El Universal, 30 de abril 2002)

Texto en Facebook: Egresados en Física de Facultad de Ciencias, UCV